La sexualidad se ve permeada por los cambios de época y los efectos se perciben en la cama. Las disfunciones sexuales, la falta de deseo, los desencuentros en ese plano tienen origen, en muchos casos, en la revolución femenina actual. Especialistas consultados mencionan patrones que se repiten en relación a varones que se sienten perdidos en un terreno en donde tenían control y centralidad absoluta. Ahora, y aunque muchos no quieran, se ven obligados a salir de esa comodidad que les brindaba lo aprendido acerca de cómo ser varón en la intimidad y cómo tratar (o destratar) a una mujer.
El psicólogo de la UBA Alejandro Viedma señala: "En el pasado el no de la mujer era traducido, por muchos hombres, por ni o por sí, lo que hacía que no respetaran el deseo de las mujeres. Los varones se manejaban dentro de una zona de confort, incluso en lo sexual. Hoy, en cambio, no puede desestimarse el no de una mujer, un hombre no puede hacerse el distraído sobre los intereses, gustos y ganas de ella, lo que hace que se sienta presionado a responder a ese deseo femenino que a muchos avasalla".
Sin mencionar el nombre real del paciente, Viedma cita algunas frases que recuerda de uno de los varones que lo consultan: "Ahora que las minas están fortalecidas hay que cuidarse, se pasan de rosca, se van al otro extremo y los tipos no sabemos cómo actuar. Ante una mujer así yo a veces no puedo, más de una vez tuve una pérdida de erección". El terapeuta, que trabaja hace más de 15 años con estos temas, observa: "Al descender la omnipotencia masculina e, inversamente proporcional, subir el poder femenino, la primacía fálica ya no queda exclusivamente del lado de los varones: el poder, las decisiones, los no y los sí también pueden ser portados por las mujeres y a eso hay que aprenderlo, incorporarlo y aceptarlo".
La sexóloga Sandra Magirena, especialista en ginecología, considera que lo que ocurre en este tiempo es que la mujer se empieza a visibilizar como persona integral, en un modelo más igualitario en la sociedad. "El movimiento feminista actual implica un reposicionamiento de la conducta sexual, es decir, se cuestionan las masculinidades tradicionales", dice. "Se piensa en el encuentro entre los cuerpos de una manera integral; la genitalidad forma parte central del despertar del erotismo, pero entran en juego todos los sentidos", aclara.
El psicoanálisis durante mucho tiempo se centró en la Teoría falocéntrica que pensaba que la mujer estaba carente porque no tenía un falo; ahora la construcción de la sexualidad se hace desde otra mirada y en la consulta los sexólogos tratan de salir de lo coito-céntrico, que, por ejemplo, no permitiría pensar la sexualidad entre mujeres o entre adultos mayores.
"Vemos en el consultorio que hay hombres que no saben qué hacer, porque temen actuar en la relación de manera que no guste", dice Magirena. Como contraparte, las mujeres jóvenes se quejan de que los hombres no tienen una actitud participativa en el juego erótico y muchas todavía sienten que, si son ellas las que proponen juegos o platean alguna conducta más jugada, pueden llegar a ser vistas como raras, como mujeres amazónicas", dice, para dar cuenta de esa actitud "demasiado zarpada" según la mirada masculina tradicional. Las mujeres más grandes, en cambio, transitan una realidad diferente: muchas, recién en el descubrimiento de sus propios deseos, históricamente negados en un vínculo.
La licenciada en psicología y sexóloga clínica Denise Regadío también nota en la consulta indicios de este nuevo lugar que ocupa la mujer respecto del placer. "Ya no acude al consultorio el hombre en busca de una solución individual a problemas como eyaculación precoz o falta de erección, sino que llega la pareja, lo que deja ver que el acto sexual es un tema de dos, independientemente de la disfunción", dice. "En segundo lugar, hay un notable aumento de la consulta por anorgasmia y falta de deseo impulsada por las mujeres, que sienten el derecho al goce como algo que les incumbe también a ellas y están en esa búsqueda".
Regadío trae a modo de ejemplo su experiencia como coordinadora de reuniones de tupper sex desde hace ocho años. "La búsqueda de la igualdad se traslada también al mundo de los sex toys. La mujer ahora entiende al placer y la sexualidad como parte de la salud y lo habla sin tantos tabúes", dice. "Ya no es para complacer a otro, como subyacía en la mayoría de las parejas heterosexuales en las que parecía que el ámbito sexual era una tarea más como tantas otras de la mujer".
Aclara que también este cambio afecta a los hombres, que cada vez ponen menos resistencia a la inclusión de un juguete sexual, lo que implica "dejar de lado el machismo que muchas veces se leía por lo bajo a través de frases como 'conmigo es suficiente', 'no necesitamos nada extra', 'yo puedo complacerte en todo'. Hoy la mujer tiene el poder de decidir, de proponer y es el hombre el que adopta un rol más pasivo, por llamarlo de alguna manera, y acepta nuevas formas de placer, saliéndose del lugar egocéntrico de pensar que es el único que puede proporcionar el goce sexual".
La sexóloga señala que los más elegidos por las parejas son los anillos vibradores, ya que al no tener forma fálica los hombres los aceptan con más facilidad. Romina, de 43 años, hace 16 que está con la misma pareja; cuenta que después de tantos años juntos se le ocurrió incorporar un "vibro", como lo llama. "A mi pareja no lo seducía mucho la idea. El es de los que piensan que con él alcanza; sin embargo, compré un anillo para parejas, como algo no tan invasivo y que lo incluía a él en el juego. Los dos nos sorprendimos: yo no conocía esa sensación y él se excitó muchísimo al verme a mí. A partir de ahí, incorporamos juntos otro sex toy", dice.
Adrián Helien, médico psiquiatra y sexólogo clínico, se centra en el impacto que tiene en los varones este tiempo de feminismo que alza las banderas de la equidad y de la autonomía de los cuerpos. "Lo que se está derrumbando y no puede sostenerse más es la cultura binaria y patriarcal hegemónica y, con ella, un montón de aspectos que tienen que ver con la conformación de las identidades masculinas", dice. Esas nuevas construcciones identitarias incluyen, también, nuevas maneras de acercarse, de intimar que no son tan simples de modificar.
Jaime, de 41 años, recién hoy se anima a contar una experiencia con su exnovia. "En medio de una noche de sexo sacó un consolador y empezó a masturbarse. Me impactó porque me sentí dejado afuera y pensaba: ¿Precisa eso para excitarse? ¿No le alcanza lo que tengo yo? Hasta me pregunté qué sería lo próximo: ¿Y si me propone incorporar a otro tipo? Yo pensaba: me muero", dice y se ríe por su ocurrencia. Los chistes que circulan entre varones revelan una tensión que oscila entre risas y preocupaciones.
Helien, que trabaja hace 33 años en temas vinculados a la sexualidad, explica por qué a muchos varones heterosexuales les cuesta tanto este proceso de gestación de nuevas masculinidades. "Los varones hemos sido criados en esta cultura patriarcal que nos encorseta y nos enferma: el que no puede fallar nunca, que tiene que poder con todo, que lo importante es la cantidad; toda esa serie de mandatos masculinos son los que sustentan estas identidades patriarcales que muy de a poco están cayendo", observa.
Los especialistas consultados enuncian el porno como una propuesta que entorpece la deconstrucción hacia el camino de la igualdad en la intimidad. "Muchos mensajes que conforman la identidad sexual masculina siguen ligadas al porno binario, heterosexista y patriarcal. Esa sexualidad que proyecta la pantalla es absolutamente deshumanizante y es lo que contribuye a problemas en la intimidad, a disfunciones sexuales, a montones de exigencias que tenemos que trabajar profundamente los varones porque no conducen al placer", explica Helien, quien aclara que cada persona tiene su propio mapa del placer o del erotismo y cada uno debería contactarse con esa subjetividad profunda.
En esta dirección, Diego Gómez, psicólogo especializado en sexualidad, con experiencia en la coordinación de talleres para varones interesados en revisar aspectos del patriarcado que los atraviesan, marca que "el porno está haciendo estragos en las subjetividades masculinas (como dominadores) y femeninas (como un paradójico empoderamiento en la subordinación), transformando el terreno de la sexualidad en otro campo de violentación, de poder y de disciplinamiento sobre ellas". Como contraparte, al varón le impone exigencias, un "ideal" imposible de alcanzar que genera adicción, desensibilización y distorsión sexual. Explica que la pornografía contribuyó a confundir libertad sexual con la promoción de la violencia contra feminidades, ya que se desentiende del placer femenino.
Psicólogos y sexólogos hablan de avanzar hacia una libertad sexual genuina, la de seguir el propio deseo. Propone Helien: "Lo que tenemos por ganar los varones es también una relación sexual más equitativa y más libre en cuanto podamos cambiar esta educación sexual en la que fuimos formateados. Tenemos por ganar una nueva sexualidad, vínculos eróticos más auténticos con nuestras parejas".
Para Viedma "este escenario no es tan pesimista ni dramático para los hombres: ahora tienen la posibilidad de relajarse, de no tener que demostrar lo que antes se autoimponían frente a las mujeres". Sostiene que eso va de la mano de deconstruir ese tipo de masculinidad que presionaba fuertemente al varón para ser el cazador, el dador, el que tenía que estar 'siempre listo' para todo.
El desafío es gozar de una relación sexual más equitativa y más libre; es decir, más sana. Muchas mujeres están marcando ese camino.
Por Verónica Derma | La Nación