Recientemente se planteaba que había solo dos formas de ser persona en el mundo: varón y mujer. Los mundos construidos a partir del dogma del rosa y el celeste seguían las reglas de la ideología Heteronormativa y Heterosexista, bajo la cual desde una mayoría heterosexual se dictaminó lo que era ético, estético y moral; salud y enfermedad, normal y anormal, basados en la sexualidad heterosexual y reproductiva. Este dogma dejó afuera a muchos semejantes que no tuvieron el ejercicio de sus plenos derechos humanos. No se los consideró personas, no se les permitió tener una identidad (distinta del binario varón- mujer), ni acceder al sistema de salud, al mundo laboral, al estudio o a la intimidad. Fueron estigmatizados desde los manuales de psiquiatría que rigen las normas de atención de todos los sistemas sanitarios.
Hoy la ciencia está admitiendo que se equivocó y reconoce que el mundo ya no es tan binario. Sabemos que la diversidad existió a lo largo de toda la historia de la humanidad, muchas sociedades las integraron y otras las castigaron.
La realidad, que no era binaria, fue redefinida en un momento de la historia como pecado con castigos que podían llegar hasta de muerte (aún hoy en siete países existe pena de muerte para la homosexualidad).
Luego las ciencias de la salud aceptaron el dogma binario heteronormativo-heterosexista y sin ninguna evidencia científica, consideraron patología a todo lo que quedaba fuera de él.
No miramos o no quisimos reflexionar sobre las enormes consecuencias de este hecho. La estigmatización, el prejuicio, la discriminación y la violencia sobre las personas afectadas son algunos de los efectos producidos sobre ellos, solo por no entrar en las categorías de varón y mujer normativos.
Un tema que resulta particularmente alarmante es que las experiencias trans también pueden darse (se dan) en la infancia. Donde niñxs que no cumplen con las expectativas de la tipificación varón- mujer también son estigmatizados y maltratados, quizá uno de los problemas más invisibilizados. Los niños con experiencia trans son en general obligados a entrar en un molde en el que no entran. No se les permite elegir sus juguetes preferidos por no ser los esperados de acuerdo con las expectativas, según el género asignado al nacer, limitando sus posibilidades de juego, de desarrollo de habilidades y de integración; por no hablar del castigo o rechazo de sus familiares cercanos con enormes consecuencias negativas para su salud. Un estudio de Caitlin Ryan, de la Universidad de California, nos dice que el rechazo familiar multiplica por ocho el riesgo de suicidio en niños y jóvenes homosexuales y transexuales.
Hoy, asistimos al derrumbe de esta concepción que afectó a millones de personas. El DSM V saca de la categoría enfermedad mental a la transexualidad y borra el de trastorno de la identidad sexual. Ninguna identidad es patológica y se empieza a desmoronar el binario.
Están cambiando los conceptos de género y todas las clasificaciones quedan obsoletas porque las personas cambian y se autodefinen constantemente. Cambian las mentes y, por consiguiente, los cuerpos que las representan. En ese sentido es más útil deshacer el concepto de género tal cual lo conocíamos.
¿Qué es hoy ser varón, mujer, travesti, transexual, transgénero, intersex, no conforme con el género, cyborg, neutro? Asistimos a la era post género. Hay tantos géneros como personas existen y se auto determinan.
El universo de la sexualidad ya no es tan fijo ni inmutable. Es diverso y cambiante. Hay cambios en la sexualidad placer, en los aspectos reproductivos, en el concepto de familia, en los cuerpos de diseño.
Nuestra tarea como profesionales de la salud es distinguir entre las normas que permiten a las personas vivir, desear y amar plenamente, de aquellas que coartan sus posibilidades de vida. En ese sentido el compromiso con la despatologización de todas las identidades de género es una lucha que todavía continua.
Dr. Adrián Helien
Médico Especialista en Psiquiatría
Coordinador del Grupo de Atención a Personas Trans
Hospital Durand. Ciudad de Buenos Aires,
República Argentina.